miércoles, 6 de mayo de 2015

El negocio de los quilos y víctimas potenciales de la anorexia



Cada semana visito a mi amiga... la que siempre me acompaña. 'En lo bueno y en lo malo', como reza la canción.
En su casa es dónde me reconcilio con cosas que no acabo de entender y ella, sólo ella, consigue que tome distancia y las vea de otra manera.

Ahora, M. José, me alimenta el alma después de mucho tiempo de alimentarme con platos exquisitos: la primera fideuá, fue con ella... en su casa, con su marido. Y el mejor yogur griego, por supuesto, acompañadas.

Hace un tiempo estábamos sentadas en la cocina, dónde he aprendido que también se pueden pasar buenos ratos. Me contaba que se había puesto a dieta. Dice que le sobran unos quilos pero yo la veo preciosa.

Realmente, me dí cuenta de lo recuperada que estoy... hace un tiempo, no se hubiera atrevido a compartirlo conmigo y ahora puedo escucharla sin que me afecte. 


La cuestión es que me dijo (medio en broma, medio en serio), que estaba convencida que la báscula de la consulta estaba retocada. 'Cuando subes por primera vez y descubres que te sobran cinco quilos más de lo que crees... te da algo'. M. José me vino a decir que en esas circunstancias adelgazar se convierte en una obligación moral. No hay más salida que perder por el camino unos cuantos quilos.

Sea cierta o no, su teoría es realmente brillante desde el punto de vista empresarial: 

cuanto más creas que tienes que perder, más tiempo te pondrás en manos de quien te puede liberar de esa carga

Luego a solas, ya en casa, empecé a pensar en los intereses que giran en torno al peso. Sólo hay que sentarse un rato frente al televisor... mejor en esta época del año, creerme. 

¡Adelgazar es tan fácil que de tontos es negarse! Sino lo haces, tu espíritu de sacrificio queda al altura del barro. Y lo peor, siendo tan sencillo, todo el mundo sabrá que eres incapaz de hacer un mínimo esfuerzo 


El cuerpo es nuestro envoltorio y a la vez,  carta de presentación. A partir de aquí parece que haya un derecho no escrito para que todo el que quiera opine, sin necesidad de pedirle parecer.

Por suerte este bombardeo no lo vivimos por igual, aunque hay personas peligrosamente vulnerables (como yo).

Con los años he terminado por comprender que hay parcelas que debo trabajar, casi a diario, para que se mantengan impermeables a ciertos estímulos.


Cada uno tiene su cuerpo, el que nos tocó. Tan maravilloso como el de la persona que ahora mismo está a tu lado. Hacernos creer que nuestra felicidad depende en gran medida de nuestro aspecto, es una insinuación tan venenosa como inmoral.

Cuando te das cuentas que los quilos pueden ser un negocio, eres capaz de alcanzar  que ciertas personas nos podamos convertir en víctimas potenciales. 


Mientras esto pasa, yo seguiré visitando a mi amiga.... la que tan bien me alimenta cuerpo y alma.
Y seguiré recordando que la felicidad no tiene precio y no se vende por quilos. 

Gracias por leerme!

Fuente de la imagen: photorack.net

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