lunes, 1 de octubre de 2018

Y si perdiera el control, ¿qué sería de mi?



Tercero de EGB: el peor día de la semana, los miércoles...tocaba clase de labor, durante dos interminables horas, en las que me peleaba con hilos, aguja y tela. Cualquier costura, por sencilla que fuera, resultaba ser un calvario. Un camino tortuoso que nunca sabía hacia donde me llevaría, ni lo que me podría pasar.

Ojales, punto de cruz, punto de nudo (o algo así), ganchillo o punto de media era una guerra semanal de la que nunca salía victoriosa. 

Desde tirar de la aguja con la boca porque el sudor de mis manos no me dejaban pasar el hilo, hasta coserme el uniforme con la tela cada vez que tocaba hacer un ojal 

Tal era el desperdicio, que semanalmente mi madre tenía que lavar mis labores si no quería llegar al colegio con el pedazo de tela negra como un tizón. Ya de paso, la mujer me adelantaba la labor para que en clase no me dejaran en evidencia por lo atrasada que iba...una solución letal porque cuando la maestra lo veía, me decía: 'Pastor, esto esta muy bien cosido...quédese aquí a mi lado y enséñame como lo hace'

Odiaba la costura y lo peor es que sentía que la costura me odiaba a mi, con todas sus fuerzas

Mi mundo interior siempre fue tan complejo como el tapete más elaborado que pudiera imaginar... y lo peor es que, desde bien pequeña,  yo ya era consciente. Era tan complicado y enredado como cualquiera de las labores que nunca logré terminar.  Mis ideas se encadenaban formando un extenso tapiz que hecho a mano, hubiera costado mucho esfuerzo y dinero.

No tener el control sobre las cosas que me rodeaban era una cuestión que, más allá de la inquietud, me asustaba y me convertía en el ser más frágil de la capa de la tierra


Como la garantía del pestañeo... del mismo modo, necesitaba saber que siempre estaría segura y protegida. Y eso, pasaba por tener el control absoluto de todo. Sino mis hilos  interiores, aquellos con los que tejí  una red, empezaban a romperse y me hacían caer hacia abajo...

Posiblemente sin esa necesidad constante de estabilidad, hubiera sido mucho más feliz... pero así nací


Y es precisamente del control de lo que estuve hablando en la última visita con mi psiquiatra. Sin adorno ninguno me hizo ver que lo único que me mantiene ligada a la enfermedad es la necesidad de control.  

'El más potente de los ingredientes para que la enfermedad siga viva es la necesidad de control'

Fueron las palabras de mi doctora, quien además me hizo ver que es uno de los principios sobre los que se fundamenta este trastorno... primero empiezas controlando qué comes y qué no, luego el peso, luego si tu cuerpo cambia... luego tu entorno... luego, luego, luego. Y así los años que haga falta.

De esta conversación salió una lista de lo que necesito controlar en el tema alimentario.

Cosas como conocer el menú, cumplir estrictamente los horarios o comer por orden de ingredientes son solo algunos de los aspectos a trabajar 

Será un trabajo duro. Tanto que como de pequeña me tocará tirar de la aguja con los dientes... el hilo a veces se romperá y a menudo se ensuciará y en el mejor de los casos sólo tendré que deshacer el nudo que no me deja seguir cosiendo.

Dispuesta a trabajar y experimentar qué es la pérdida de control y abierta a reconocer que este control es tan absurdo como peligroso para mi... Así me marché de la consulta de mi doctora.

Nos queda por delante un año duro, que de momento ha empezado con no saber lo que voy a comer a diario... De la larga lista de anomalías alimentarias esta es para ha mi la más fácil para empezar a trabajar

Y así, puntada a puntada, esa red con la que acunarme, relajarme y descansar.

Gracias por leerme!

fuente de la imagen pyxabay