Mirarme al espejo, lo primero que hago nada más levantarme. Lo que veo: mi cara con sueño por terminar... el pelo alborotadísimo y alguna marca de las sábanas. Lo mejor: me miro sin miedo, aunque sepa que lo que voy a ver quizás no sea de mi agrado.
En todo este tiempo de enfermedad, he aprendido que el espejo nos devuelve nuestra propia imagen, a pesar de que a veces no nos guste. También, que lo que vemos no es razón suficiente para desencadenar nada que vaya más allá de un simple bufido o una sonrisa.
Puede pareceros evidente, pero este ha sido uno de los ejercicios más costosos de todo el proceso: entender e interpretar correctamente lo que estaba viendo en el espejo.
Uno de los días que tuve consulta con el psiquiatra le pregunté: 'Doctor, ¿yo me veo gorda porque mi cabeza funciona mal o son mis ojos?'. A lo que inteligentemente respondió: 'si tus ojos no funcionaran, no verías nada bien'
Dicen que a las personas con trastornos alimentarios no nos gusta mirarnos al espejo... que huimos de ellos. Siendo honesta, tengo que confesar que a mi me causaba tanta atracción como repulsión.
¿Por qué? tan sencillo como que cuando veía lo que me gustaba... un aspecto huesudo y unos pantalones que podía bajar sin desabrochar, era feliz. Me recreaba el tiempo que hiciese falta. Incluso llegaba a pensar que podía llegar un poco más lejos para que los huesos de las caderas se me notaran un poquito más.
Cuando la imagen del espejo no era lo que esperaba... se desencadenaba un desastre mayúsculo. Empezaba el castigo: primero, decidiendo que no iba a comer más. Y segundo, repitiéndome una vez tras otra lo inútil que era por no conseguir mi objetivo.
Quizás entendáis un poco mejor porque deseamos y odiamos la misma cosa a la vez.
El espejo, con el que me tuve que reconciliar poco a poco, fue una de las primeras señales de que algo funcionaba mal... la primera y una de las más difíciles de resolver.
Entre otras cosas, porque lo conviertes en un tótem. Para mí, era una prueba irrefutable contra la que no valía argumento ninguno.
Ahora, como os he contado, mi relación con el espejo es sana... hay días que me olvido que existe. Otros, me paso un rato delante para escoger qué me voy a poner para ir aquí o allí.
Ahora sé que el espejo hace su trabajo y yo el mío. Y que lo que no funcionaba no eran mis ojos... lo que no funcionaba era la manera de procesar mi imagen.
No me aceptaba a mi misma y el espejo sólo era la punta del iceberg.
Totalmente de acuerdo.
ResponderEliminar¡Me encanta como escribes!
Beso, Nadia!
ResponderEliminarMe siento tan entendida.....
ResponderEliminarMe gustaría saber como conseguir esa relación sana con el espejo....yo todavía estoy en la etapa en la que la ira me puede pq no veo lo que me gusta.
Gracias por compartirlo.
Buenas noches estoy realizando un reportaje sobre el impacto de las redes sociales en la anorexia. Necesito una persona que este dispuesta a contarme su testimonio y ser el hilo conductor de mi trabajo. Una persona que haya sido influenciada por las redes sociales (fotos en instagram, alimentos, gente fitness, prototipos, recetas saludables etc) y haya caído en anorexia en gran parte por ello quedo atenta. Es super importante este proyecto para mi porque hay jovenes muchas, que se estan dejando llevar por este tipo de personas que profesan de una vida saludable con fotos , videos y mas de cuerpos perfectos y comida "sana" a traves de instagram, que con falta de informacion lo que hace es ocasionar enfermedades en quien lo sigue.
EliminarSi puedes ayudarme y ser parte de este trabajo para crear conciencia en los jovenes y personas q sin conocimiento van cayendo en el hueco de los trastornos te lo agradeceria, ánimo, eres perfecta, Dios te hizo perfecta.
Es necesario crear conciencia y mostrarle a los demás que la perfección no existe, y no está en el cuerpo mas flaco sino dentro de nuestro ser y en el amor que nos podamos tener.
Katheryn De Abreu - venezolana - katheryngen95@gmail.com para mayor contacto MIL GRACIAS.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar