martes, 3 de marzo de 2015

¿Cómo entró la anorexia en mi vida?




Lo tuvo fácil. Tanto como seducir a una jovencita de 15 años, desorientada y que se creía un patito feo. Nadie me lo había dicho jamás, pero yo me sentía así. El 'por qué' os lo conté en el anterior post... hoy quiero hablaros del 'cómo'. 

Fue tan silenciosa y discreta que nunca podía pensar que se me había metido un veneno en la cabeza. Pero así es como actúan los venenos, poco a poco y sin compasión. Al principio, no lo sentí como un peligro ya que los vómitos eran esporádicos y yo elegía el 'cuándo' y el 'cómo'.

Después del  verano, en el que ya había conseguido ese "novio" tan deseado, lo tenía muy fácil para no seguir con esta conducta... tenía lo que quería. Y sobretodo, me empezaba a parecer al resto de chicas

El problema empezó cuando me di cuenta que no podía parar esos vómitos.

Si salía, vomitaba. Si estaba nerviosa, vomitaba. Si me sentía insegura, vomitaba. Si me había peleado con mi madre, lo solucionaba en el baño. El vómito era mi talismán secreto, me daba la seguridad y la calma que necesitaba.

El trastorno fue a más cuando a mi conducta añadí los ayunos, la restricción de alimentos, el control de las calorías y los hidratos de carbono. El secreto cada vez se hacía más grande, inconfesable y con el tiempo, insostenible. ¿A quién le iba a contar que hacía todas esas cosas?

Quizás pasaron un par de años desde los primeros vómitos hasta que todos estos comportamientos (a la vez, a veces. Alternados, otras) se instalaron completamente en mi. No podía hacer nada... la enfermedad se había extendido como una mancha de aceite. Enseguida opté por auto convencerme que era la mejor opción y que si yo actuaba así era porque 'yo lo valgo'.

El descontrol, la tristeza, el mal humor, la acidez en la boca y la sensación de hambre se multiplicaron por los días del año. A los 17 ya estaba completamente atrapada en sus redes y el nivel de exigencia crecía, aumentaba, se hinchaba... me engullía.

No fue hasta muchos años después que pedí socorro, cuando la enfermedad me había dejado desvalida mentalmente y mi secreto pesaba toneladas. 

En ese momento había cosas que no se podían solucionar, ya estaban hechas. Otras, si... empezaba mi recuperación. 

Gracias por leerme!

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