viernes, 6 de marzo de 2015

Los efectos de la anorexia (I)


El primero y el ÚNICO DESEADO fue la pérdida de peso. En un principio fueron tres quilos los que logré hacer desaparecer por arte de 'magia'. Adelgazar no fue el efecto más preocupante y eso, hizo que mi estado de ánimo se instalara en las nubes. Me hizo sentir capaz de cualquier cosa que me propusiera. Para mí era gratificante ver que me sobraban pantalones o que mis pechos habían menguado, más todavía si alguien me decía: 'qué guapa estás, ¿qué has hecho?'

'Un poco de dieta' era mi respuesta. Sin 
dar más detalle. Si lo hubiera hecho, la vergüenza me hubiera matado.

Con el tiempo, los efectos se fueron solapando. Todo, consecuencia de una enfermedad que jamás hubiera pensado que tenía.

Lo peor: los cambios de estado de ánimo y las alteraciones de humor. A eso le siguió la rigidez, la intransigencia y una cuantas cosas más, de las que jamás me sentí orgullosa.
'Yo soy así', argumentaba... pero con los años me he dado cuenta que la enfermedad me convirtió en un ser extraño. No me identificaba ni con mi cuerpo, ni con mi personalidad.

Aun así, prefería tener fama de 'mujer de armas tomar', que abandonar mi objetivo de tener un cuerpo 10.

Lo único que me ponía de buen humor era la sensación de hambre. Me recordaba que lo estaba haciendo bien y si la báscula respondía, la euforia  me hacía volar.

Sobre los 25 años, mis dientes estaban completamente desgastados. Tanto, que era habitual levantarme por las mañanas con pedacitos en la boca. Los ácidos gástricos estaban haciendo su silencioso trabajo. También en el esófago, casi siempre irritado. En definitiva, había días que me resultaba muy complicado masticar y tragar.

Las rampas nocturnas me mataban... cada vez más frecuentes e intensas. Años después, ya en tratamiento, una enfermera me contó que los calambres suelen acompañar a las personas con trastornos alimentarios. La causa: el déficit de nutrientes en el organismo. También me contó que disminuía nuestra altura y no fue un comentario baladí. En esos momentos, medía dos centímetros menos de lo habitual. 

A los treinta y pocos me tocó pasar por la consulta del dermatólogo: el pelo se me caía desmesuradamente . Nadie se explicaba el '¿por qué?'. Siendo honesta, yo a esas alturas sospechaba tener la respuesta... pero no abrí la boca. 

Sensación de frío hasta en agosto, fatiga mental y problemas de sueño son otros de los efectos que iba dejando en mí la anorexia y que se añaden a una larguísima lista que os seguiré contando en próximos días. 


Fuente de la fotografía: PhotoRack

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