miércoles, 25 de marzo de 2015

El monstruo de 7 cabezas



¿Os acordáis de Mario Bros? Cuántas tardes de mi adolescencia no habré pasado intentado superar los niveles de este vídeo juego!
Nunca fui una chica de maquinitas pero mi hermano Álex y yo nos llevamos 12 años. Así que cuando al peque de la casa le tocó el momento de entrar en contacto con el mundo virtual, le hice de acompañante

Álex iba pasando niveles, pero cuando llegaba una pantalla complicada recurría a mi para que le pasara... 'Chan, ayúdame. Que siempre me matan!' Me faltaba tiempo para dejar lo que estaba haciendo y alargar la existencia virtual de mi hermano. A mi manera, lo ayudaba a llegar lejos.

Con los años Mario Bros me ha dejado muy buen recuerdo. Nada más escuchar su música, me pasa como al perro de Pavlov con la campanilla. Me pone alegre y se despiertan mis instintos. 

De mayor no he seguido jugando. Sólo cuando mi hijo Marc descubrió que había un aparato llamado videoconsola, hice lo propio. Nuestros juegos de cabecera eran Mario Bros y Lara Croft. Hasta que se le pasó la fiebre!

Dicen que de un buen libro o una película siempre se puede sacar una lectura. Pues os diré más, yo de Mario Bros hice la mía.

Gracias a mi hermano descubrí que las batallas se libran poco a poco... por etapas y que sólo se llega al enfrentamiento final si antes has pasado unas cuantas bolas de fuego, paredes correderas o puentes levadizos.

Empaticé con el fontanero de moral inagotable... ¡Pobre!, pensaba. Después de perder la vida en pasillos imposibles, terminar chamuscado la mayoría de veces y  quedarse sin energía... siempre le quedaba la batalla final.

El cuerpo a cuerpo con un monstruo indestructible, habitualmente de siete cabezas y con una energía capaz de terminar con la humanidad al completo!

Si Mario quería seguir vivo  y conseguir sus objetivos, tenía que aceptar el reto. Muy a pesar de las veces que hubiera caído.

Tal cual me planteé mi recuperación. Necesitaba pasar niveles, unos más duros que otros, para armarme de valor y enfrentarme al temido bicho. Sólo los golpes, las recaídas, los game over, me darían fuerza para la batalla final. 

Y es así como sucedió:

Después de muchas peleas con la comida, la ropa y con mi cuerpo... llegó la gran cruzada. Esa que debía afrontar a solas, sin la ayuda de nadie. El día del enfrentamiento tenía que tener claro cuál era mi bando y a por todas!

Vencí a mi mente. LLegué al final, como Mario. Y me quise con el mismo amor que mi hermano cuando le pasaba las 'pantallas chungas'.

Ahora y para siempre, me acompañan una serie de trucos, pasadizos secretos y vidas extras que jamás olvidaré dónde conseguir.

Gracias por leerme!





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