En primer lugar, mi total admiración hacia las personas que conviven, han convivido o lo harán con una persona que tiene anorexia. Hombre o mujer, da igual.
Mi admiración y mi más profundo respeto, ya que a estas personas que acompañan en la enfermedad las he visto sufrir y mucho!
Enfrentarse a los efectos secundarios de la anorexia requiere enfundarse en la mejor armadura que uno haya imaginado. Fuerte y firme. Una armadura que a la vez se convertirá en un arma de doble filo, ya que si nadie lo dijo: la anorexia reside en el infierno.
Cuanto más robusta sea, mejor esquivará los tremendos latigazos de la enfermedad... pero también más pesará y abrasará en el abismo
Las tentaciones de deshacerse de la armadura son inmensas porque las llagas duelen cada día más...
Mientras he sufrido la enfermedad he convivido con tres excelentes personas (además de mi familia y los amigos que siempre me han acompañado). La primera, sin saberlo... la actual, me ha hecho brillar y vive mi momento más dulce, sensato y maduro... y la segunda, engulló a manos llenas todo lo que la enfermedad escupía.
Convivir con una persona que sufre anorexia requiere una dosis altísima de entereza y firmeza... algo realmente complicado cuando tu pareja se desdobla en dos, según el momento y la ocasión... y cuando uno tiene la sensación de vivir con dos personas diferentes
Decir las cosas claras siempre y desde un principio, mantenerse, no dejarse engañar (evidenciar el engaño), no entrar en el juego, poner límites... son algunas de las estrategias que más pueden ayudar.
En mi caso y en los peores episodios, lo que mejor me ha funcionado es que me planten cara, que llamen a las cosas por su nombre y que me dejen claro que no encontraría un cómplice
Y lo creo así porque porque muchas de las compañeras de hospital que tenían parejas condescendientes, han vivido un largo historial de recaídas, engaños, mentiras, líos y patrañas que no han ayudado en nada.
Con todo esto no estoy diciendo que lo mejor sea buscar el enfrentamiento. No. Lo que estoy diciendo es que a la anorexia le puedes hablar de tú a tú... puedes y debes... y cuanto antes, mejor!
... siempre teniendo en cuenta que la enfermedad se enfadará muchísimo y que el próximo ataque será durísimo, aunque cada vez menos.
Es muy complicado convivir con una persona que odia y ama a la vez, que promete y miente a partes iguales, que sonríe y llora al unísono... y que traza ocultos planes mientras se desnuda.
Es por eso que hay que hacer entender que también somos personas, que tenemos momentos débiles, buenos y malos y que la paciencia tiene un límite.
Acompañar, SIEMPRE. Siempre y cuando la persona enferma de pasos o intente caminar adelante... sino, seremos partícipes de una enfermedad que busca aliados y colecciona enemigos
Esta manera de actuar la he vivido también en el hospital, donde jamás he encontrado un médico o enfermera condescendiente con la anorexia. Me han escuchado, me han intentado entender y me han abrazado, pero me han dicho las cosas a la cara. Sabiendo que eso iba a tener consecuencias... incluso diría que buscándolas.
Si está en tratamiento...
Es positivo estar en contacto con los médicos para saber de primera mano lo que pasa y qué es lo que podemos hacer.
Acompañarlo en el proceso médico y participar de él... saber cuándo tocan las visitas, ofrecerse para acompañar o hablar tras la visita (no para sacar información)... al enfermo hay que dejarle espacio.
Formar parte del tratamiento pero eso sí, tener claro quién es la persona que se está curando. Esto te ayudará a respetar su tiempo y velocidad... por prisas que tengamos.
Esté en tratamiento, o no...
Charlar con el personal especializado de asociaciones de trastornos alimentarios... donde existen grupos de apoyo de padres y parejas, puede hacernos sentir comprendidos... y menos solos.
Tener a su vez una persona a la que le podamos contar por lo que estamos pasando, ayudará a que el proceso sea menos pesado y tortuoso. Recomiendo también consultar a un terapeuta para que nos ayude a sostener la enfermedad y también nos de unas pautas de actuación.
Mi madre, por ejemplo, no sabía prácticamente lo que era esta enfermedad y desde el primer día su mejor aliada fue la doctora de cabecera, a la que acudió como si de un instinto se tratara.
En cualquiera de los casos...
Entender que se trata de una enfermedad y no de un capricho... eso evitará que hagamos juicios de valor a una persona que prácticamente no es capaz de responder de sus actos...
No dejar de hacer cosas por la enfermedad (no aceptar el boicot), distraerse, mantener las aficiones que uno tiene y sobretodo, las amistades... ya que no hay nada que más guste a la anorexia que la soledad.
No contestar preguntas como: '¿te gusto más cuando estoy gorda o flaca?' o '¿me ves gorda o delgada?', te ayudará a no sentirte culpable de tu respuesta... y ante todo, a no tener la sensación que te estás equivocando.
Son cuestiones en las que mejor no entrar porque aunque parezca mentira, eso también alimenta a la enfermedad.
La anorexia engulle al enfermo y si está muy cerca, corremos el peligro de que la corriente nos arrastre también.
Todo esto no significa que no quieras a la persona con la que convives... al contrario, significa amarla.
Este post lo dedico a todos aquellos que acompañaron o acompañan a una persona con anorexia. Gracias por vuestra incansable dedicación y por vuestra inestimable ayuda.
Gracias por leerme.
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