lunes, 23 de marzo de 2020

A mi también me pasa...


Domingo 22 de marzo de 2020, 8 y 23 minutos de la tarde. La calle ha quedado de nuevo en el más absoluto de los silencios, como todos los días a todas horas. El jolgorio de los aplausos y la música de las 8 de la tarde se ha apagado, 5 minutos después de empezar ¡Y aquí sigo, confinada…y ahora sé lo que es escuchar volar una mosca! 
Después de trabajar, saco a Lucas, mi perro. Él me mira y seguro me pregunta: ‘y esto te parece un paseo? ¿Qué te pasa con el parque, que no lo quieres ni pisar?

Fuente de la imagen: pixabay.com
‘Una vez en casa, instintivamente el cierro la puerta con llave…como si eso me fuera a blindar más y mejor contra el coronavirus…y aquí nos quedamos, hasta nuevo aviso.


             Y durante todos estos días me pregunto, cuando me            confino ¿qué confino conmigo? he descubierto que en mi encierro me acompañan muchas más cosas de las que creía


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En el sofá mis vergüenzas, mi inseguridad, mi incertidumbre, mi ansiedad, la necesidad de no decaer, de mantenerme firme y aguantar ¡Y ahora reparo que, en casa, somos más que dos! …y todos ellos se sientan a mi lado, sin nada más que hacer. Su mirada de reojo, me asusta ¡Y es que son tantos los miedos que tengo! ...estoy segura, que, si viniera la policía, acabaríamos todavía más confinados de lo que estamos!


he llegado a la conclusión que este es un buen momentopara intentar entender lo que pasa dentro de mi…en mi cabeza. La misma que día a día me pide que haga las cosas bien.  Y quizás, de ésta me conozca mejor a mi misma y a continuación, quién sabe si también a mis vecinos o  a mis compañeros de clase, a los que presto la atención justa en el momento justo.  
Cada día me confino, y a la vez, doy largos paseos…gracias a mi imaginación. Me gusta pensar cómo estáis en vuestras casas…si tenéis el sofá tan lleno como yo o si vuestro perro os habla. Y el silencio de la noche más oscura me arranca la última sonrisa del día, mientras pienso: ‘tranquila, seguro que sí!’

Gracias por leerme!

lunes, 1 de octubre de 2018

Y si perdiera el control, ¿qué sería de mi?



Tercero de EGB: el peor día de la semana, los miércoles...tocaba clase de labor, durante dos interminables horas, en las que me peleaba con hilos, aguja y tela. Cualquier costura, por sencilla que fuera, resultaba ser un calvario. Un camino tortuoso que nunca sabía hacia donde me llevaría, ni lo que me podría pasar.

Ojales, punto de cruz, punto de nudo (o algo así), ganchillo o punto de media era una guerra semanal de la que nunca salía victoriosa. 

Desde tirar de la aguja con la boca porque el sudor de mis manos no me dejaban pasar el hilo, hasta coserme el uniforme con la tela cada vez que tocaba hacer un ojal 

Tal era el desperdicio, que semanalmente mi madre tenía que lavar mis labores si no quería llegar al colegio con el pedazo de tela negra como un tizón. Ya de paso, la mujer me adelantaba la labor para que en clase no me dejaran en evidencia por lo atrasada que iba...una solución letal porque cuando la maestra lo veía, me decía: 'Pastor, esto esta muy bien cosido...quédese aquí a mi lado y enséñame como lo hace'

Odiaba la costura y lo peor es que sentía que la costura me odiaba a mi, con todas sus fuerzas

Mi mundo interior siempre fue tan complejo como el tapete más elaborado que pudiera imaginar... y lo peor es que, desde bien pequeña,  yo ya era consciente. Era tan complicado y enredado como cualquiera de las labores que nunca logré terminar.  Mis ideas se encadenaban formando un extenso tapiz que hecho a mano, hubiera costado mucho esfuerzo y dinero.

No tener el control sobre las cosas que me rodeaban era una cuestión que, más allá de la inquietud, me asustaba y me convertía en el ser más frágil de la capa de la tierra


Como la garantía del pestañeo... del mismo modo, necesitaba saber que siempre estaría segura y protegida. Y eso, pasaba por tener el control absoluto de todo. Sino mis hilos  interiores, aquellos con los que tejí  una red, empezaban a romperse y me hacían caer hacia abajo...

Posiblemente sin esa necesidad constante de estabilidad, hubiera sido mucho más feliz... pero así nací


Y es precisamente del control de lo que estuve hablando en la última visita con mi psiquiatra. Sin adorno ninguno me hizo ver que lo único que me mantiene ligada a la enfermedad es la necesidad de control.  

'El más potente de los ingredientes para que la enfermedad siga viva es la necesidad de control'

Fueron las palabras de mi doctora, quien además me hizo ver que es uno de los principios sobre los que se fundamenta este trastorno... primero empiezas controlando qué comes y qué no, luego el peso, luego si tu cuerpo cambia... luego tu entorno... luego, luego, luego. Y así los años que haga falta.

De esta conversación salió una lista de lo que necesito controlar en el tema alimentario.

Cosas como conocer el menú, cumplir estrictamente los horarios o comer por orden de ingredientes son solo algunos de los aspectos a trabajar 

Será un trabajo duro. Tanto que como de pequeña me tocará tirar de la aguja con los dientes... el hilo a veces se romperá y a menudo se ensuciará y en el mejor de los casos sólo tendré que deshacer el nudo que no me deja seguir cosiendo.

Dispuesta a trabajar y experimentar qué es la pérdida de control y abierta a reconocer que este control es tan absurdo como peligroso para mi... Así me marché de la consulta de mi doctora.

Nos queda por delante un año duro, que de momento ha empezado con no saber lo que voy a comer a diario... De la larga lista de anomalías alimentarias esta es para ha mi la más fácil para empezar a trabajar

Y así, puntada a puntada, esa red con la que acunarme, relajarme y descansar.

Gracias por leerme!

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miércoles, 26 de abril de 2017

El poder de ser impermeable



Me gustaría ser más alta, más rubia, tener los ojos más azules y por supuestísimo estar más delgada... son algunos de los deseos que me han acompañado a lo largo de mi vida, y que a menudo he aliñado con las ganas de ser más simpática, más divertida y más sociable.

Pero si en estos momentos un genio escapara de una lámpara y teniendo en cuenta que nunca debería pedirle pesar menos (más que nada para ser lo más coherente y sensata posible con mi proceso de recuperación), le suplicaría que me convirtiera en una persona con el poder de ser impermeable.

'¿Para qué?'...me diría, seguro. Pero lejos de pillarme fuera de juego, sería capaz de razonarle el motivo por el que necesito que ciertas cosas me resbalen. Como si no las escuchara, ni las viera. 

Y es que estamos en un momento que quien más quien menos ha empezado la operación biquini... y lo cuenta. De hecho, lo comparte y yo sin quererlo me veo escuchando que alguien se quiere sacar unos quilos de encima para sentirse mejor... más guapa, mejor consigo misma


'¿Ves?' es mi respuesta automática... 'si ella lo hace, tú también necesitas hacerlo... sino nunca vas a estar bien contigo misma'. Y esa es la pelea, que nunca acaba y nunca cesa... y que ahora está más despierta que nunca, como una se siente después de un reconfortante sueño. 

En muy poco tiempo, dietas y regímenes de personas que conozco han aparecido, sin quererlo,  a mi alrededor... simplemente me he tropezado con ellos. Un accidente.. pero os prometo que sólo con verlos, un escalofrío me ha recorrido de cabo a rabo. 

Últimamente, pasearme por facebook me ha traído más de un dolor de cabeza. Batidos adelgazantes y mejunjes quemagrasas que me aparecen sin que yo los haya buscado... simplemente porque alguien lo compartió... y los amigos de ese alguien, lo mismo hicieron. '¿Lo leo o no lo leo?...así durante un rato, hasta que decido después de mucho batallar que mejor no.

La televisión tampoco ayuda... os imagináis, verdad? Me entran mil tentaciones de ir a comprar cualquier cosa que me prometa perder un solo gramo de mi cuerpo...


Y cuando te sientes ahí, en ese lugar, te notas frágil...casi atacada. Es como un disparo de frente y sin tiempo a nada. Sientes que te rompes, mientras las personas normales simplemente hablan de sus cosas con la tranquilidad de llevar puesto el impermeable.

Gracias por leerme!

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lunes, 27 de marzo de 2017

Sólo hay un camino por largo que sea...


Siempre me han fascinado los animales de comportamientos pautados y ancestrales. Que dicho de paso, suelen ser los bichitos que repelen al público en general. Quedarme horas mirando una hilera de hormigas... cómo entran y salen del hormiguero gracias al perfecto orden de sus dos 'carriles':el ascendente y el descendente... y como parece que entre unas y otras se dicen cosas... sucede en cuestión de segundos, pero lo hacen!
Cómo entre muchas compañeras son capaces de arrastrar un alimento por grande que éste sea. Dicen que una sola hormiga puede mover hasta cien veces su propio peso!

Siempre me ha llamado la atención ese orden silencioso y no escrito... el de las hormigas, las abejas, los caracoles, las orugas... todos ellos saben lo que tienen que hacer y cuándo lo tienen que hacer, sin que nadie se lo haya dicho! Sin leer un libro y sin verlo por la televisión! y nunca hay desconcierto... jamás!

Supongo que estos comportamientos me atraen porque en mi vida me he sentido un poco hormiga... siguiendo unas normas e intentando no salirme de lo establecido.

Cuando he estado enferma, siempre he intentado ser lo más anoréxica posible y una vez curada, mantenerme el máximo tiempo 'al otro lado'

Ahora, desde hace un tiempo, las circunstancias acompañan más bien poco. Dicho de otro modo, tendría varios motivos para dejar de comer... así es como siempre he empezado en mis idas y venidas de la enfermedad. 

Hay cosas que emocionalmente me cuesta entender y, por supuesto, encajar. Esos problemas e inquietudes son los que siempre me han robado el hambre... o bien, a los que yo he culpado para dejar de comer

Aún así, a diferencia de otras ocasiones, me mantengo firme en mi camino... la verdad es que últimamente he vuelto a perder la apetencia por la comida... como con menos ilusión, pero tampoco me salto ninguna comida... 

Como la más lista de las hormiguitas sé a dónde llevan el camino ascendente y el descendiente y sólo tengo que seguir... ahora mi único trabajo es seguir y seguir, como si no hubiera nada más importante.

Las hormigas son capaces de organizarse a la perfección porque las más novatas han aprendido a fijarse y a imitar a las veteranas... de esa manera saben que nada puede fallar. 

Ahora en mi caso, yo soy mi propio ejemplo... y es que yo también he aprendido a aprender. Así que cuando me siento insoportablemente superada busco en el fondo de mi cabeza una imagen sana de mi misma... cosa que no sucedía en el pasado, cuando lo más recurrente era cobijarme en la enfermedad. 

Sin faltar el respeto a las hormigas, eso para mí es como soportar un peso cien veces mayor al mío... un esfuerzo importante que sé, que a la larga o a la corta, tendrá su recompensa.

No caer es el camino más largo, pero a la vez el más seguro

Gracias por leérme!

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lunes, 5 de diciembre de 2016

¿Cuántas veces hay que recaer y empezar de 'cero'?

 
Siempre recordaré las palabras del Doctor Soriano cuando me decía: 'tranquila el día que tengas que volver a empezar piensa que no arrancarás de cero. Ya habrás recorrido mucho camino y el nivel más bajo cada vez estará más arriba'.
 
Mentalmente he repetido estás palabras cada vez que las fuerzas han flaqueado y sobretodo, cuando la cabeza no ha acompañado y ha sido lascivamente infiel.
 
La verdad es que no he tenido que tirar mucho de ellas porque desde que me recuperé (unos tres años aproximadamente) me he mantenido naturalmente conectada a mis principios... sin que los cimientos hayan peligrado.
 
De todos modos...las cosas cambian...

Hace unos meses que la cabeza se ha despistado y ha dejado de acompañarme... a pesar de mantener mis comportamientos alimentarios religiosamente a raya. Supongo que los tratamientos y mis ganas de superación han dejado un poso que todavía puede hacer frente a una mala época
 
Aún así siento que las fuerzas se resienten...como un gotero que se vacía mientras pacientemente espera que lo sustituyan, antes de hacer saltar todas las alarmas...
 
 
He vuelto a sentir rechazo. Una sensación que hacía mucho no vivía y que a la vez me provoca miedo...
 
 
Me da miedo estar otra vez descontenta con mi aspecto, con mi cuerpo, con la ropa que me puedo poner, con la que me pongo y con la que no me puedo poner porque la menopausia no me deja, con lo que como y creo que no debería...hasta con mi cara... para ella también tengo reproches!
 
 
Un bache por el que paso y que he contado minuciosamente a mi doctor. Desde entonces, me ha visto mensualmente. No hemos dejado pasar una sola visita... ni un control de peso, a pesar odiarlos porque vuelvo a creer que la báscula un día va a explotar!
 
 
'No volverás a caer porque nadie mejor que tú sabe que el agujero es muy profundo', esas fueron las palabras de mi psiquiatra que entendió a la primera que mi cabeza me está traicionando de nuevo y parece que está dispuesta a ganar la batalla...tanto que hasta durmiendo se expresa...
 
Siento que he dado pasos atrás...y que me puedo situar en un punto al que no quiero volver...de ahí mi terrible miedo... a la vez, me pregunto: ¿cuántas veces hace falta recaer mental o físicamente?
 
En el fondo, sentir miedo es algo que me tranquiliza. Primero, porque me mantiene alerta y segundo, porque me avisa del peligro... A su vez, el sentido común me hace ver que mientras pierda el tiempo enfadándome con mi cuerpo y con lo que me está pasando, no emplearé las energías para otro fin...
 
 
No tengo otra salida que andar hacia adelante. Lo sé... pero una mente cansada, agotada por el trabajo y funcionando las 24 horas del día pensando en lo mal que me veo, no ayuda a ponerse en pie. Así que ni yo misma sé de dónde arranco las fuerzas!
 
No tengo más salida que escapar del lodazal... y cuanto más tiempo pasa, más prisa tengo por sentirme de nuevo a salvo... muy a pesar de mi cabeza y de su terrible enfado
 
 
Gracias por leerme!
 
 
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jueves, 19 de mayo de 2016

Convivir con una persona enferma de anorexia, ¿se puede?


En primer lugar, mi total admiración hacia las personas que conviven, han convivido o lo harán con una persona que tiene anorexia. Hombre o mujer, da igual.

Mi admiración y mi más profundo respeto, ya que a estas personas que acompañan en la enfermedad las he visto sufrir y mucho!

Enfrentarse a los efectos secundarios de la anorexia requiere enfundarse en la mejor armadura que uno haya imaginado. Fuerte y firme. Una armadura que a la vez se convertirá en un arma de doble filo, ya que si nadie lo dijo: la anorexia reside en el infierno.

Cuanto más robusta sea, mejor esquivará los tremendos latigazos de la enfermedad... pero también más pesará y abrasará en el abismo 

Las tentaciones de deshacerse de la armadura son inmensas porque las llagas duelen cada día más...

Mientras he sufrido la enfermedad he convivido con tres excelentes personas (además de mi familia y los amigos que siempre me han acompañado). La primera, sin saberlo... la actual, me ha hecho brillar y  vive mi momento más dulce, sensato y maduro... y la segunda,  engulló a manos llenas todo lo que la enfermedad escupía.

Convivir con una persona que sufre anorexia requiere una dosis altísima de entereza y firmeza... algo realmente complicado cuando tu pareja se desdobla en dos, según el momento y la ocasión... y cuando uno tiene la sensación de vivir con dos personas diferentes

Decir las cosas claras siempre y desde un principio, mantenerse, no dejarse engañar (evidenciar el engaño), no entrar en el juego, poner límites... son algunas de las estrategias que más pueden ayudar. 


En mi caso y en los peores episodios, lo que mejor me ha funcionado es que me planten cara, que llamen a las cosas por su nombre y que me dejen claro que no encontraría un cómplice


Y lo creo así porque porque muchas de las compañeras de hospital que tenían parejas condescendientes, han vivido un largo historial de recaídas, engaños, mentiras, líos y patrañas que no han ayudado en nada.


Con todo esto no estoy diciendo que lo mejor sea buscar el enfrentamiento. No. Lo que estoy diciendo es que a la anorexia le puedes hablar de tú a tú... puedes y debes... y cuanto antes, mejor!


... siempre teniendo en cuenta que la enfermedad se enfadará muchísimo y que el próximo ataque será durísimo, aunque cada vez menos.

Es muy complicado convivir con una persona que odia y ama a la vez, que promete y miente a partes iguales, que sonríe y llora al unísono... y  que traza ocultos planes mientras se desnuda

Es por eso que hay que hacer entender que también somos personas, que tenemos momentos débiles, buenos y malos y que la paciencia tiene un límite

Acompañar, SIEMPRE. Siempre y cuando la persona enferma de pasos o intente caminar adelante... sino, seremos partícipes de una enfermedad que busca aliados y colecciona enemigos


Esta manera de actuar la he vivido también en el hospital, donde jamás he encontrado un médico o enfermera condescendiente con la anorexia. Me han escuchado, me han intentado entender y me han abrazado,  pero me han dicho las cosas a la cara. Sabiendo que eso iba a tener consecuencias... incluso diría que buscándolas.


Si está en tratamiento... 

Es positivo estar en contacto con los médicos para saber de primera mano lo que pasa y qué es lo que podemos hacer. 
Acompañarlo en el proceso médico y participar de él... saber cuándo tocan las visitas, ofrecerse para acompañar o hablar tras la visita (no para sacar información)... al enfermo hay que dejarle espacio.

Formar parte del tratamiento pero eso sí, tener claro quién es la persona que se está curando. Esto te ayudará a respetar su tiempo y velocidad... por prisas que tengamos. 

Esté en tratamiento, o no...

Charlar con el personal especializado de asociaciones de trastornos alimentarios... donde existen grupos de apoyo de padres y parejas, puede hacernos sentir comprendidos... y menos solos.  

Tener a su vez una persona a la que le podamos contar por lo que estamos pasando, ayudará a que el proceso sea menos pesado y tortuoso. Recomiendo también consultar a un terapeuta para que nos ayude a sostener la enfermedad y también nos de unas pautas de actuación.

Mi madre, por ejemplo, no sabía prácticamente lo que era esta enfermedad y desde el primer día su mejor aliada fue la doctora de cabecera, a la que acudió como si de un instinto se tratara.

En cualquiera de los casos...

Entender que se trata de una enfermedad y no de un capricho... eso evitará que hagamos juicios de valor a una persona que prácticamente no es capaz de responder de sus actos...

No dejar de hacer cosas por la enfermedad (no aceptar el boicot), distraerse, mantener las aficiones que uno tiene y sobretodo, las amistades... ya que no hay nada que más guste a la anorexia que la soledad. 

No contestar preguntas como: '¿te gusto más cuando estoy gorda o flaca?' o '¿me ves gorda o delgada?', te ayudará a no sentirte culpable de tu respuesta... y ante todo, a no tener la sensación que te estás equivocando.
Son cuestiones en las que mejor no entrar porque aunque parezca mentira, eso también alimenta a la enfermedad.


La anorexia engulle al enfermo y si está muy cerca, corremos el peligro de que la corriente nos arrastre también.

Todo esto no significa que no quieras a la persona con la que convives... al contrario, significa amarla.

Este post lo dedico a todos aquellos que acompañaron o acompañan a una persona con anorexia. Gracias por vuestra incansable dedicación y por vuestra inestimable ayuda.

Gracias por leerme.

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jueves, 12 de mayo de 2016

¿La anorexia es una enfermedad de adolescentes?


Si hacemos caso a los estudios de hace cinco años atrás, no cabe duda ninguna. La respuesta es sí... un sí mayúsculo.
En cambio si nos fijamos en los informes de 2010 hasta el día de hoy, las cifras dibujan un nuevo perfil de persona enferma de anorexia: LA MUJER ADULTA.

De hecho según publica esta misma semana por 'La Opinión', 'cada vez es más común encontrar casos en mujeres entre los 30 y los 60 años de edad'.
Una afirmación que sostienen con estos datos de la Asociación de Anorexia y Bulimia de Barcelona, la tan imprescindible y necesaria ACAB:  

Hace 5 años el grueso de pacientes difícilmente superaba los 25 años. Actualmente el 62% rozan los 30 (28 años para ser justos)

Unas cifras que se redondean con otro dato sobre el que pensar: el 18% de los atendidos tienen más de 30 años.  

¿Qué nos pasa entonces a la generación de los 70 y los 80?... la respuesta puede ser muy extensa y seguro tiene infinitas aristas. No lo sé, lo que sí sé es que nunca he tenido la percepción que se trate de una enfermedad únicamente de adolescentes

Me explico, hasta que una se da cuenta y acepta que está enferma pasan muchos años... probablemente los mismos que tenías cuando empiezas a 'tontear' con la comida.

En mi caso, esto me situó en los 30 años... sin estar preparada todavía para confesarlo. Y como yo, muchas compañeras de camino que con tremenda vergüenza han reconocido a esa edad, e incluso más, que tienen un trastorno alimentario

Para mi gusto, quizás los estudios tuvieran que dar una vuelta de tuerca y no centrarse tanto en la edad a la que 'se empieza', y sí en cambio en los años que dura, perdura y se mantiene el trastorno en cuestión. Es decir, cuándo se consigue terminar con la anorexia y cuánto tiempo se instala en nuestra cabeza y en nuestro cuerpo.

Pienso en todo esto por mi edad: 44 y por las repetidas noticias que relacionan periódicamente a actrices/famosas con la anorexia. 

y creo que es importante no olvidar que la anorexia es lenta, pero segura... sigilosa y casi invisible durante mucho tiempo... incluso años

Abrir un periódico y tropezar con la insinuación que Angelina Jolie o Leticia Ortiz pudieran sufrir anorexia, me hace mirar a mi alrededor y plantearme con cuántos casos invisibles convivo.

Espero que sean los menos, pero el otro el día escuché una noticia en la radio que me hizo pensar: sólo el 3% de las mujeres adultas están satisfechas con su cuerpo

Y me pregunto: ¿qué pasa con el resto de mujeres adultas... cómo lo afrontan? A lo que me respondo: quizás la anorexia no sea sólo una enfermedad de adolescentes. 

Gracias por leerme!

Fuente de la imagen: www.openphoto.net