lunes, 27 de abril de 2015

La anorexia y el cambio de armario


Hace unos días que la compañía telefónica se ha propuesto hacerme la vida más sabrosa, como era años atrás. Desde el Martes en casa no tenemos Internet, así que rellenamos el tiempo con cosas que antes quedaban en segundo lugar.

Ayer tocó el cambio de armario.  Sin encomendarme al parte del tiempo, pensé que el sol radiante no se iba a marchar más y me puse a sacar las camisetas de tirantes. Hoy creo que me he precipitado, pero ya está hecho. 


Me siento absolutamente satisfecha y contenta de mi reciente cambio de armario. No es por la manera de doblar la ropa, ni de ordenar las prendas por colores. Tampoco por poner jabones aromáticos o bolsitas de lavanda... todo eso forma parte de mi manera habitual de hacer las cosas. 



Me siento orgullosa porque mi cambio de armario no tiene nada que ver con el de años anteriores. Para mi era un momento agonizante. Como cuando te presentas al examen final y sabes que no contestarás a todo porque vas perdiendo los conceptos por el camino


Antes, mi cambio de armario requería probarme todas las prendas y mirarme al espejo desde todos los puntos de vista que era capaz. Comprobar si los botones cerraban o tiraban y si las cremalleras subían o quedaban a un centímetro del cierre.  


Mi cambio de armario duraba horas, quizás un fin de semana enteroYa me vais conociendo, así que no os quiero ni contar lo que provocaba que una prenda no me fuera, me hiciera una arruga inesperada o me marcara el culo más de lo previsto.


Esas prendas ocupaban un lugar privilegiado en el armario. Me las probaba a diario para ver si había bajado algún quilo, grasa o masa corporalLo peor es que ninguna acababa en la basura... eran un tesoro para mi!


Si la ropa bailaba en mi cuerpo, todo estaba bien. 

En cuanto a los pantalones, había una condición: subírmelos y bajármelos con el botón y la cremallera abrochados. En caso contrario, estaba gorda.


Y así, año tras año.

Ayer mi cambio de armario fue de lo más normal. Más bien tranquilo, diría. Sin estrés. Evidentemente, no me probé nada... ya me harté de los showrooms domésticos

Me deshice de un par de pantalones, unos por viejos. Los otros, por jubilación forzosa (durante años se me habían caído y eso me hacía sentir bien). Era una de mis prendas fetiche.  No me los ponía, pero allí estaban... dónde no tenían que estar.

Esto os puede parecer una pequeña cosa, pero supone un gran alivio para miNo sé si alguna vez habéis tenido un enemigo cerca. El mío, vivía en mi cabeza y decidía lo que entraba y salía de mi armario. Cualquier cosa, menos yo.

Gracias por leerme!

Fuente de la imagen: photorack



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