lunes, 1 de junio de 2015

La anorexia al sol. La playa y yo


Nunca me ha gustado la playa, nunca de los nuncas. Desde pequeña me pareció aburrida y bastante asquerosa. La mezcla de arena, crema solar, calor y sudor, siempre me ha superado. Mis padres tampoco han sido muy de playa, así que en casa nunca hubo conflicto al respecto.
De joven aproveché mi nulo apetito marítimo para esconder alguna que otra frustración. Me aterrorizaba ponerme en biquini delante de quien fuera... incluso, por pura vergüenza, solía quedarme vestida.
Así que si no iba a la playa porque no me gustaba, ya de paso no me tenía que exponer. Creía firmemente que todos los que allí estaban, se entretendrían en diseccionar mi aspecto y mirar mi cuerpo a través de un microscopio (el mismo que yo tenía en la cabeza para analizar cualquier cosa). 
De mayor he ido volviendo. Y la verdad, me sigue pareciendo una actividad poco atractiva... como siempre. Pero fue allí, entre arena y crema solar, dónde hice una reflexión definitiva para mí.
Había crecido con el convencimiento que lo que se grababa en el cerebro, por siempre quedaba. Por eso, mi problema sería eterno... mi cabeza había aprendido a funcionar rechazando la comida y mi propio cuerpo. Y eso, ya no cambiaría.

Fue en la orilla del mar... sentada. Estampé mis manos en la arena para que quedasen marcadas. Perfectas quedaron... preciosas! (yo diría). Y cuando llegó la ola, se las llevó... a pesar de haberlas apretado tan fuerte como pude.
Pasó lo mismo con las palabras que escribí... se iban mar adentro. Qué me hacía pensar entonces que mi cabeza era de piedra... un disco duro sin posibilidad de formatearlo. ¿Mi comportamiento con la comida era imposible de cambiar?.

'Yo soy así', fue la primera frase que invité al fondo del mar. El agua se la llevó con calma. 

En el mar aprendí que nada es perpetuo y que con el impulso necesario, las cosas podían cambiar. Sólo tenía que dejar darme la mano.
Desde hace tres años vuelvo al playa con frecuencia... en biquini, aunque no tome el sol, ni me bañe. Voy a escribir en la arena pensamientos que quiero ver marchar. 
Una terapia que me ayuda a entender que nada se mantiene y ya de paso, a reconciliarme con el mar y mi cuerpo... como el de cualquiera. Ni más, ni menos.
Gracias por leerme!
Fuente de la imagen: www.photorack.net

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