lunes, 8 de junio de 2015

Las tallas y la anorexia


Siempre me han llamado la atención las enfermedades en las que el cerebro deja de funcionar correctamente y no experimenta ciertas sensaciones. Por ejemplo, la anosmia y la insensibilidad congénita al dolor. En el primer caso, la persona tiene atrofiado el sentido del olfato y su cerebro no identifica los olores, ni agradables ni fétidos. En el segundo, el cuerpo es insensible al dolor y a las temperaturas extremas. 

En realidad, lo que siempre me ha atraído es el funcionamiento del cerebro y las reacciones que se desencadenan en nuestro cuerpo cuando el cerebro recibe una señal. Sea por eso, quizás, que quise estudiar psicología. Carrera que algún día terminaré, cuando el tiempo y el espacio dejen de confabularse.


Cuando voy a comprar ropa, lo hago acompañada. 

Y siempre me acabo preguntando si mi cerebro habrá perdido la capacidad de identificar mi talla. Ir a comprar ropa me genera ansiedad... no me gusta. Entre otras cosas, porque a simple vista no sé decir si una prenda me va o no.


Uso la misma talla que siempre. El matiz está en la palabra siempre, porque he estado el mismo tiempo curada que enferma... entonces, en mi caso ¿qué es siempre? De la talla de enferma, prefiero no hablar. De la talla de siempre, sí. Si me preguntáis qué talla uso, sé contestar... teniendo en cuenta también que según a la tienda es una u otra.

Lo que no soy capaz de decir, viendo una prenda a simple vista, es si me va o no... siempre creo que necesitaré otra talla. En mi caso lo tengo fácil porque Diego me suele acompañar. Me hace de lazarillo. 'Esto te va grande o pequeño'... y efectivamente! me sobra o me falta por todos lados. Ir con mi marido es la manera de no eternizar las compras porque de cada pieza tendría que coger un par o tres de tallas.


Sin ir más lejos, el otro día me compre una camiseta. Sola, sin ayuda de nadie. Para que os hagáis una idea: cogí la talla pequeña y la grande, para saber cuál de las dos me iba. No le pregunté a las dependienta, en parte por vergüenza... en parte para aprender a pescar por mi misma algún día.


Me llama la atención no tener esa capacidad de abstracción. No sé si alguna vez la he tenido o la perdí por el camino. Al principio, me angustiaba mucho... e incluso llegaba a llorar. Con el tiempo lo he asumido y tengo que deciros que algunas veces acierto!

Quizás esta sea una de las razones por las que la anorexia me daba seguridad. Entraba en la tienda y sabía que talla tenía que enfundarme... nunca había margen de error.


Con la recuperación tuve que aprender a pedir una talla, dos o tres más... cosa que me resultó terrorífica. Todavía no estaba curada y fue uno de los peores tragos.



No sé si la anosmia es reversible y si algún día el cerebro puede volver a discriminar olores. Tampoco, si con el tiempo aprenderé a identificar una prenda a simple vista. Mientras, lo intento. A la espera que mi cerebro no deje de sorprenderme.

Fuente de la imagen: www.phorack.net

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